Los árboles constituyen una de las sensaciones visuales que más atraen y emocionan a los seres humanos. Ello se debe a la diversidad de las formas de los troncos, a los colores del follaje, a las flores y a los frutos, elementos de uso variado y de una estética de indudable valor.
Motivo de versos y poesías, de símbolos patrios, de recuerdos históricos, el árbol es leña que da abrigo al hombre, le permite cocer sus alimentos y ser la vivienda del conjunto familiar. Pero también existen otros múltiples y muy importantes aprovechamiento del árbol: maderas, alimentos, productos derivados que se utilizan en diversas industrias, papel…
Sin embargo, existe otro aspecto que durante mucho tiempo pasó desapercibido: el rol que cumple el árbol como elemento integrante del sistema ecológico. Retiene el suelo de la acción corrosiva de vientos y aguas, contribuye a mantener un adecuado nivel de dióxido de carbono en el aire, recicla los elementos minerales de las capas más bajas del suelo activo, constituye pantallas contra los ruidos desagradables y, con sus hojas, retiene el polvo atmosférico que la lluvia lava y arrastra al suelo.
Los conceptos vertidos en los distintos capítulos de esta obra -sobre cultivo y cuidados de los árboles- se prestan para ser aplicados en otros países de América Latina donde se cultivan prácticamente las mismas especies, en forma particular pinos y eucaliptus. Sólo se deberá ajustar las fechas de recolección de los frutos, las épocas de siembra o de plantación, debido a las diferencias de índole ecológica, en particular las temperaturas y precipitaciones.
Al tener la semilla, la sembrarla, al cultivar la plántula, al plantar el árbol y darle los cuidados más convenientes, permitiremos que nuestros hijos y sus descendientes, puedan disfrutar y utilizar la naturaleza.
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